
La fuerza de la luna recorre mi silueta, enmudeciendo mí hasta entonces, agitada respiración, el roce de su luz alcanza múltiples aspectos de mi cuerpo, lo analiza, lo asimila y lo aquieta, sintiendo aquella luz y aquella respiración rozando mi espalda, no tan solo como un descuido, sino con la intención directa de provocar algún efecto casi indetectable en esos momentos de confusión. A cada suspiro a cada sonrisa, creo verte desnuda, como cualquiera puede hacerlo al mirar al cielo y me gusta.
Si hasta las mareas pueden ser manejadas por ti, ¿Cómo no podré hacerlo yo, tan indefensa y desnuda? Si tan solo uno de tus dedos bastan para provocar en mi la embriaguez perfecta o la destrucción de todo mis pétalos.
Si hasta las mareas pueden ser manejadas por ti, ¿Cómo no podré hacerlo yo, tan indefensa y desnuda? Si tan solo uno de tus dedos bastan para provocar en mi la embriaguez perfecta o la destrucción de todo mis pétalos.
Esta noche la luna sueña con más pereza,
cual si fuera una bella hundida entre cojines
que acaricia con mano discreta y ligerísima,
antes de adormecerse, el contorno del seno.
Sobre el dorso de seda de deslizantes nubes,
moribunda, se entrega a prolongados éxtasis,
y pasea su mirada sobre visiones blancas,
que ascienden al azul igual que floraciones.
Cuando sobre este globo, con languidez ociosa,
ella deja rodar una furtiva lágrima,
un piadoso poeta, enemigo del sueño.
De su mano en el hueco, coge la fría gotacomo un fragmento de ópalo de irisados reflejos.
Y la guarda en su pecho, lejos del sol voraz.
Baudelaire...